

Cuando me pidió que me casara con é
Desde que Nicole empezó a organizar su boda, su madre se involucró profundamente, participando con entusiasmo en cada etapa de los preparativos.
Cuando Nicole le pidió con delicadeza que tomara un poco de distancia, su madre aceptó… aunque su entusiasmo no desapareció del todo.
Sin embargo, el día de la boda ocurrió lo impensable: la madre de Nicole se presentó en la iglesia vestida con un traje de novia, asegurando que había recibido una llamada que la había invitado a hacerlo.
Nicole se quedó sin palabras. Estaba impactada y furiosa, decidida a descubrir quién se había aprovechado de la fragilidad emocional de su madre para sabotear el día más importante de su vida.
Desde el principio, Nicole había querido una ceremonia sencilla, sin grandes lujos. A diferencia de muchas niñas que sueñan con una boda de cuento, su único deseo era servir muffins en el banquete.
Sabía, sin embargo, que su madre albergaba un sueño incumplido: el de tener su propia boda. Los padres de Nicole nunca se habían casado, y su padre había fallecido antes de que ella naciera.
Durante los preparativos, su madre se sumergió con pasión en los detalles: flores, tartas, decoraciones. Un día, al verla demasiado implicada, Nicole le pidió amablemente que le dejara un poco de espacio. Su madre sonrió, pero aquella sonrisa tenía una sombra de tristeza, dejándole a Nicole una punzada inmediata de culpa.
Afortunadamente, su madre respetó su deseo y dio un paso atrás… o al menos eso parecía. Porque en realidad siguió colaborando a distancia con Anna, la organizadora de la boda, participando en los detalles finales sin que Nicole lo supiera.
La mañana de la boda, Nicole llegó a la iglesia llena de emoción y alegría. Pero al entrar en la sala reservada para la novia, se quedó paralizada: su madre estaba allí, de pie, con un vestido de novia, sosteniendo un par de zapatos y sonriendo de oreja a oreja.
—¿Mamá? ¿Qué estás haciendo? —balbuceó Nicole, incrédula.
El rostro de su madre irradiaba felicidad mientras se giraba para mostrar el vestido.
—Recibí una llamada… Me dijeron que querías compartir este día tan especial conmigo. No lo podía creer, pero me llenó de alegría.
El corazón de Nicole dio un vuelco.
—¿Quién te llamó?
Su madre dudó, empezando a percibir que algo no estaba bien.
—Creo que fue tu organizadora… ¿Anna?
Nicole, inquieta, llamó de inmediato a Anna para pedir explicaciones. Anna, sorprendida, negó haber tenido parte en ello, pero confesó que su jefa, Miranda James, le había pedido el número de teléfono de la madre de Nicole.
Miranda James. Ese nombre heló la sangre de Nicole: era la exnovia de Peter.
Sin perder tiempo, Nicole dejó a su madre en la sala y corrió a contarle todo a Peter. Él reaccionó con la misma sorpresa e indignación. Juntos se dirigieron a la oficina de Miranda, decididos a obtener respuestas.
La encontraron sentada en su escritorio, con una sonrisa satisfecha.
—¿Por qué hiciste esto? —le preguntó Peter, enfadado.
—Pensé que sería… una sorpresa divertida —respondió ella con sarcasmo, disfrutando visiblemente del caos que había provocado.
—Eres repugnante —contestó él con desprecio.
La discusión subió de tono rápidamente, mientras Miranda parecía alimentarse de su malestar.
Cansada de todo, Nicole sacó su móvil y grabó un breve video explicando lo ocurrido, desenmascarando a Miranda y etiquetando a todos los proveedores involucrados en la boda.

De camino a la iglesia, el teléfono de Nicole no dejaba de vibrar. Cientos de mensajes y comentarios llegaban, muchos mostrando apoyo y otros condenando el comportamiento ruin de Miranda.
Cuando Nicole caminó por el pasillo de la iglesia, ya Internet había tomado partido. La reputación de Miranda estaba en ruinas.
Su madre la esperaba en el altar, con los ojos llenos de lágrimas.
—Mamá, siento mucho todo esto.
—Sé lo feliz que estabas por este día —respondió su madre, abrazándola con ternura.
Le acarició el cabello con dulzura.
—Todo está bien, cariño.
—Debí saber que era una broma. Si hubiera sido real, me lo habrías dicho tú.
—Vamos… a casarte.
Con orgullo, su madre la acompañó hasta el altar. Peter recibió a su futura suegra con un cálido abrazo.
A pesar del drama, la boda se celebró sin más contratiempos, gracias a la impecable organización de Anna.
Durante la luna de miel, Nicole recibió decenas de mensajes de wedding planners ofreciéndole sus servicios gratis en señal de solidaridad.
Mientras descansaban en la playa, Peter bromeó:
—Parece que toda la industria quiere demostrar que es mejor que Miranda.
—Cierto —respondió Nicole con una sonrisa—, pero no tengo intención de casarme otra vez.
Luego bajó la mirada, pensativa.
—Aunque… mi madre sí merece esa boda que nunca tuvo. Estaba lista. Tal vez acepte una de esas ofertas… y la organice para ella.
Peter la miró con ternura.
—Sería un gesto precioso.
En secreto, Nicole empezó a trabajar con una nueva organizadora para planear la boda perfecta de su madre: flores, pastel, música, incluso el vestido de novia que siempre había soñado.
El día del evento, los invitados creyeron que se trataba de una fiesta de aniversario.
Cuando su madre llegó y comprendió lo que ocurría, se quedó sin palabras, conmovida hasta las lágrimas.
—Es todo para ti —le susurró Nicole mientras la ayudaba a ponerse el vestido blanco—. Cada detalle ha sido pensado para ti.
Su madre rompió en llanto, emocionada.
Por fin vivía el día que siempre había anhelado, y en ese instante, el lazo entre madre e hija se hizo más fuerte que nunca.
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