
El cirujano estaba a punto de comenzar la operación, pero de repente notó algo en el cuerpo del paciente y se negó rotundamente a continuar.
El quirófano estaba lleno del ajetreo habitual, casi rutinario. Las enfermeras colocaban los instrumentos sobre mesas estériles, el cirujano comprobaba la iluminación de las lámparas y daba instrucciones a los ayudantes. A través de la puerta entreabierta se oía el zumbido constante de las máquinas.

—El paciente llegó inconsciente —dijo el anestesista en voz baja—. Lo encontraron en la calle. Su presión arterial es inestable, pero estamos listos para comenzar.
—Lo principal es empezar a tiempo —respondió el cirujano, abrochándose la bata estéril—. Si todo sale según lo previsto, lo salvaremos.
Los cirujanos y ayudantes se dirigieron a los lavabos. Los movimientos eran precisos y mecánicos: lavado de manos, guantes, mascarillas. Las enfermeras ya cubrían al paciente con el paño quirúrgico azul, conectaban los sensores y ajustaban los monitores. Un ligero olor a antiséptico flotaba en el aire. Todo transcurría exactamente como cientos de veces antes.
El cirujano se acercó a la mesa, tomó un instrumento… y de repente se quedó paralizado. Su mirada se detuvo en una zona de piel expuesta del paciente. Frunció el ceño. Lentamente, dejó el instrumento sobre la mesa.
—La operación está cancelada —dijo con firmeza.
El quirófano quedó en silencio.

—¡¿Qué quiere decir con cancelado?! —la enfermera no ocultó su indignación—. ¡Si no hacemos algo ahora, no podremos salvarlo!
—No puedo correr ese riesgo —respondió el cirujano—. Existe un protocolo para estos casos.
Se quitó los guantes y se marchó sin decir una palabra más.
La enfermera se acercó al paciente para comprender por qué el cirujano se negaba a operar, y vio… Continúa en el primer comentario
Sobre la piel, claramente y con tinta negra, estaban las palabras:
NO RESUCITAR
En algunas situaciones, dichas inscripciones pueden considerarse una expresión jurídicamente vinculante de la voluntad del paciente: una prohibición de realizar cualquier intervención quirúrgica.

Los médicos están obligados a cumplir, incluso si entienden que ello priva a la persona de cualquier posibilidad de supervivencia.
Mucha gente piensa que es gracioso hacerse un tatuaje con un “chiste” o un símbolo. Pero en un momento crítico, cuando cada minuto cuenta, puede ser la razón por la que mueras.
Piensa detenidamente antes de adornar tu cuerpo con palabras cuyo significado no comprendes del todo.
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