“Papá, no me dejes con la nueva mamá, hace cosas terribles”: el padre preocupado decidió esconderse en el armario para descubrir la verdad y se quedó horrorizado con lo que vio.

El silencio en la habitación se sentía más denso de lo habitual. Víctor, un hombre de poco más de cuarenta años, estaba sentado en el borde del sofá, mirando fijamente el televisor donde daban las noticias. Pero no oía ni una sola palabra. Sus pensamientos divagaban lejos, entre recuerdos, dudas e incertidumbre.

Hace un año, todo cambió. Perdió a su esposa y, seis meses después, otra mujer apareció de repente en su vida. Se conocieron en el trabajo: ella había sido ascendida recientemente y ahora era jefa del departamento de Recursos Humanos. Al principio, eran simples conversaciones junto a la máquina de café, luego encuentros ocasionales después del trabajo. Sin que Víctor se diera cuenta, su presencia se volvió constante. Y un día, ya vivía en su casa.

Aquel día comenzó como de costumbre. Pero un leve ruido en el pasillo sacó a Víctor de sus pensamientos. Levantó la vista y vio a su hija de siete años en la puerta. Normalmente irrumpiría en la habitación riendo y haciendo preguntas, pero ahora estaba quieta, encorvada, mirando fijamente al suelo.

—Cariño… ¿está todo bien? —Víctor notó inmediatamente que algo andaba mal.

Ella levantó la vista y el corazón de él se encogió: párpados rojos, rastros de lágrimas. La chica se mordió el labio y susurró:

— Papá, ¿puedo hablar contigo?

Víctor palmeó el sofá a su lado. Su hija se acercó lentamente y se sentó, manteniendo una distancia inusual. Sus deditos jugueteaban con el dobladillo de su vestido; su voz temblaba:

—No sé cómo decirlo… se trata de ella…

—¿Sobre quién? —Víctor frunció el ceño.

—Sobre esa señora… —la niña cerró los ojos con fuerza y ​​las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas—. Papá, por favor, no me dejes con ella. Hace cosas malas. Tengo miedo…

Las palabras se le atascaron a Víctor en la garganta. Abrazó suavemente a su hija, intentando hablar con calma:

—¿Qué hace, cariño? Cuéntamelo todo. Estoy aquí. ¿Quizás solo está jugando?

La niña sollozó:

—No es un juego. Tengo mucho miedo. Por favor, créeme. Dijo que si te enteras, me pasará algo malo.

—Te creo, querida mía —dijo el padre preocupado, decidido a descubrir la verdad.

Al día siguiente decidió comprobarlo todo él mismo. Escondido en el armario, Víctor contuvo la respiración y esperó. Y de repente vio algo terrible: 😲😲su hija no había mentido. Continuará en el primer comentario.👇👇

Cuando la nueva «madre» entró en la habitación de la niña, él oyó su voz áspera y la vio agarrar bruscamente a la niña del brazo, obligándola a fregar el suelo. Las lágrimas y súplicas de clemencia de la niña solo provocaron nuevos arrebatos de ira.

— Habría sido mejor que nunca hubieras nacido. Si vuelves a hacer esto, tu padre y yo te internaremos en un orfanato.

Víctor se quedó paralizado de horror. Pero ese instante le bastó para comprender: nunca volvería a permitirlo.

Salió del armario y dijo con voz firme:

— Empaca tus cosas. ¡Ahora mismo!

La mujer intentó defenderse, pero Víctor se mantuvo firme. Ese día la echó de casa para siempre.

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