Durante la boda, mi marido cogió un trozo enorme de tarta, me lo restregó en la cara y se rió a carcajadas: decidí vengarme.

Durante la boda, mi marido cogió un trozo enorme de tarta, me lo restregó en la cara y se rió a carcajadas: decidí vengarme.😢😢

Habíamos estado juntos desde la infancia. Desde el colegio, inseparables, amigos en común, primer amor… todo como en las películas. A los veinticinco años, ya sabíamos que era hora de formar una familia. La boda nos pareció la continuación lógica de nuestra historia.

Me había preparado con esmero para este día: elegí el vestido perfecto, contraté a una maquilladora, me hice tratamientos caros… todo para lucir impecable. Cuando llegaron nuestros amigos y familiares, todo parecía ir como lo había soñado.

Hasta que llegamos al pastel de bodas.

En nuestra ciudad hay una tradición: los novios cortan el pastel y se dan de comer un trozo mutuamente. Tomé el cuchillo, él me ayudó, y entonces mi marido se inclinó hacia mi oído y me susurró:

—¿Y si te sumergiera la cara en el pastel? Sería gracioso.

— Ni se te ocurra. Lo arruinará todo.

—De acuerdo —sonrió, y pensé que la conversación había terminado.

Pero un minuto después, agarró un trozo enorme de pastel y me lo restregó en la cara. Luego empezó a reírse a carcajadas. Los invitados también: se rieron, aplaudieron y grabaron con sus teléfonos.

—¿Qué les pareció el chiste? ¡Les dije que sería gracioso! —dijo alegremente a sus amigos.

A todos les pareció gracioso menos a mí. Allí estaba yo, con mi vestido carísimo, el pelo y el maquillaje arruinados, llorando. Todo aquello en lo que había puesto tanto empeño y dedicación se había esfumado en un instante.

Siguió divirtiéndose hasta que hice algo que claramente no esperaba. 😲😢Te contaré lo que hice y tú me dirás si actué correctamente. Continúa en el primer comentario.👇👇

Tomé un enorme trozo de pastel y se lo unté en su traje, que costaba casi cinco mil dólares. El novio dejó de reír de inmediato, pero sus amigos se rieron aún más fuerte.

—¡¿Sabes cuánto cuesta esto?! ¡Este traje vale más que tu vida! —gritó.

—Lo sé —respondí con calma—. Ahora ya no es gracioso, ¿verdad? Solo estaba bromeando. Desagradable, ¿no?

Me quité el anillo, se lo puse en la mano y salí del salón con la frente en alto. En ese momento decidí: ninguna broma iba a empezar nuestro matrimonio. Nos divorciamos. Punto.

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