
Mi exesposa y yo rompimos hace dos años, no porque dejáramos de amarnos, sino por la presión de mi madre, que era demasiado estricta y siempre criticaba que “no pudiera tener hijos” .
Se fue en silencio. No intenté aferrarme porque… en ese momento pensé: “Quizás nuestro destino se acabó”.
Un día, inesperadamente, un antiguo compañero de clase me envió un mensaje de texto:
– “Parece que tu ex esposa está en el hospital de maternidad, sola.”
Me quedé atónita.
“¿Santa?” – ¿Quería decir dar a luz?
Dejé todo y corrí al hospital.
Al llegar, me quedé parado frente a la puerta de la habitación del hospital, con el corazón latiéndome con fuerza.
Ella yacía allí, demacrada, con los ojos cerrados.
No había nadie a su lado, salvo un papel pegado a la cabecera de la cama.
Antes de que pudiera leerlo con atención, mi nueva esposa —de alguna manera— entró corriendo.
Su cara estaba roja, su voz estridente:
—¡Qué bien! ¿Te haces el de viaje de negocios, pero resulta que estás visitando a tu ex? ¿Piensas volver?
La enfermera intervino rápidamente y el paciente que estaba a su lado también miró.
Me sentí avergonzado, di un paso atrás y estaba a punto de sacarla cuando mis ojos captaron accidentalmente las palabras en el papel pegado en la cabecera :
Nombre del avalista del hospital: Nguyen Thi L. — Esposo y esposa: Tran Minh T. Monto del depósito: 80 millones. Nota: gemelos — cesárea.
Me quedé atónito.
Mi nombre estaba ahí claramente, pero ¿qué sabía yo?
Me giré para mirar a mi ex esposa, que ahora había abierto los ojos y su mirada era tranquila.
—Pensaba no decirlo nunca. Pero ahora… sí, los dos niños son tuyos.
“¿Pensabas que no podía tener hijos, verdad?”
“No es que no pueda, es que no quiero tener un hijo para una familia que no me respeta.”
En ese momento, mi nueva esposa tartamudeó:
– ¿Cuánto tiempo llevas ocultándome esto?
Antes de que pudiera reaccionar, mi ex esposa dijo suavemente:
– No te preocupes. No necesito que aceptes al niño. Solo quiero que sepas que, si pierdes algo, no esperes recuperarlo. Sobre todo… la confianza.
Me di la vuelta, con la mente dando vueltas.
Resultó que los había perdido a los tres: a mi exesposa, a mis dos hijos… y mi dignidad de hombre decente.
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