
El veterano del café notó el tatuaje en el brazo de la joven camarera: el hombre se horrorizó cuando recordó dónde había visto ese tatuaje antes.

Por la mañana, la cafetería olía a café recién hecho y a tostadas ligeramente quemadas. Lili se movía entre las mesas con su bandeja. Llevaba tres años trabajando de camarera en la cafetería.
Era una muchacha modesta, que vivía en las afueras de la ciudad y cuidaba de su madre enferma.
—¡Oye, Lili ! —la voz de una clienta rompió el silencio—. ¡No me quemes la mano con el café!
Todo el grupo estalló en risas, pero Lili simplemente sirvió el café con mano firme y se dirigió a otra mesa.
Ese día, en un rincón junto a la ventana, estaba sentado un hombre con uniforme de camuflaje y cabello canoso: un veterano. Bebía su café lentamente, absorto en sus pensamientos. Sus ojos seguían a Lili constantemente.
Cuando la camarera se agachó para recoger una servilleta sucia, un largo tatuaje negro apareció debajo de su manga: un halcón negro agarrando una cruz médica.

El veterano se quedó paralizado. La copa se detuvo a medio camino de sus labios. Conocía ese símbolo.
De repente se levantó, la agarró por la muñeca y le subió la manga.
—¿Dónde te hiciste ese tatuaje?
Lili se puso nerviosa pero trató de ocultar su confusión detrás de una sonrisa.
— Oh… vi una linda foto en internet y decidí tatuármela…
—¡No mientas! —la voz del veterano se volvió firme—. Sé exactamente lo que significa ese tatuaje.
Continuará en el primer comentario.
Ese tatuaje solo lo llevaban los miembros de una unidad especial. Y conozco al hombre que lo llevaba antes que tú…
Él la miró directamente a los ojos y Lili se dio cuenta de que correr no tenía sentido.

—Este tatuaje era de mi padre —susurró, conteniendo las lágrimas—. Murió cuando yo tenía cinco años. Mi madre nunca me habló mucho de él. Me lo hice en su memoria…
El veterano se recostó lentamente en su silla. Le temblaban las manos.
—Tu padre… era mi comandante. Estábamos en una misión especial. Me salvó la vida. Fui el único que regresó. Nunca supe que tenía una hija.
El café quedó en silencio. Lili bajó la mirada y el veterano, sin soltarle la muñeca, dijo con voz firme:
—No debes ocultar tu tatuaje. No es solo una imagen. Es un símbolo de quién fue tu padre y lo que dejó. Eres su recuerdo, Lili . Y eres su legado más importante.
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