
En la carretera, vi a una madre pastor alemán tratando desesperadamente de ayudar a su cachorro herido: recogí con cuidado al cachorro y lo llevé a la carretera, pero al momento siguiente sucedió algo inesperado.

Ese día llovía a cántaros. Iba conduciendo por una carretera casi desierta cuando de repente vi algo extraño. Al borde de la carretera había una pastora alemana: empapada, demacrada, con los ojos llenos de desesperación. Ladraba con fuerza y miraba fijamente al suelo.
Al principio, pensé que había encontrado comida o algo parecido. ¿Pero luchar tan desesperadamente por comida con este tiempo? Improbable. Detuve el coche, salí bajo el aguacero y me acerqué.

Entonces lo vi: abajo, cerca de un muro de hormigón, un cachorrito intentaba trepar con dificultad. Tenía la patita herida y no podía subir. Cuando la perra adulta me vio, su ladrido se convirtió de repente en un gemido lastimero, como si pidiera ayuda.
Recogí con cuidado al cachorro y lo llevé a la carretera. Madre y cachorro por fin estaban uno al lado del otro, mojados pero vivos. Suspiré aliviado, listo para volver al coche y marcharme. Pero entonces ocurrió algo completamente inesperado. Continúa en el primer comentario.

La pastora alemana y su cachorro empezaron a seguirme. En cuanto abrí la puerta del conductor, la madre se paró justo delante del coche, impidiéndome salir. No había rabia en sus ojos, solo una súplica. Entonces lo comprendí: no querían soltarme.
Abrí la puerta del copiloto. Y en ese preciso instante, ambos saltaron dentro, como si hubieran estado esperando este momento desde siempre.
Ahora viven conmigo, ambos muy inteligentes y animados.
Y ahora me pregunto: ¿hicieron esa pequeña “escena” en la carretera a propósito para encontrar un buen dueño? ¿O fue solo coincidencia…? Pero de algo estoy seguro: los perros a veces son más inteligentes de lo que creemos.
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