En mi compromiso, mi padre me pidió 137.000 dólares y luego me dio una patada en el estómago. Dos semanas después, les quité lo único que amaban más que el dinero: su imagen.
Las orquídeas eran reales, las sonrisas no. Bajo la lámpara de araña, el salón brillaba como un joyero. Las copas de champán tintineaban. La risa […]