

Me encontré con algo realmente extraño en mi jardín. A primera vista, parecía una cuerda larga y sinuosa tendida en el césped, casi como si alguien la hubiera colocado allí a propósito. Entonces, un pensamiento escalofriante me asaltó: “¿Y si es una serpiente?”. Mi corazón empezó a latirme con fuerza.
Rápidamente agarré mi teléfono, tomé una foto y, con la adrenalina a flor de piel, comencé a acercarme. Cada paso me resultaba tenso e inseguro; la idea de que pudiera ser algo peligroso me aterraba. Pero al acercarme lo suficiente para ver con claridad, me impresionó.
No era una cuerda. Y tampoco era una serpiente. Lo que yacía ante mí era una columna de aproximadamente 150 orugas que se movían lentamente, ¡las cuales finalmente conté! Se arrastraban en una línea perfectamente recta, muy juntas, como si siguieran a un líder invisible. No tenía ni idea de que tal comportamiento existiera, y menos en mi propio jardín.
¿Adónde iban? ¿Por qué había tantas? Estas preguntas aún me rondan la cabeza. Algunos dicen que las orugas se mueven en grupos para ahuyentar a los depredadores. Otros creen que les ayuda a encontrar alimento con mayor eficiencia. Quizás sea una estrategia de ahorro de energía: las que van delante despejan el camino, facilitando que las demás las sigan. ¿Sabes de dónde podrían haber venido… o adónde se dirigían?
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